Su historia parece la de una espeluznante película sobre el holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, Helmuth Hübener, el jovencito santo de los últimos días que con sus folletos escritos a máquina denunciaba las atrocidades cometidas por el régimen nazi contra los judíos y otras minorías vulnerables, es un héroe de la vida real.
Hace unos años un documentalista miembro de la iglesia de nombre Matt Whitaker y su compañero Rick McFarland lanzaron un documental que estremeció al mundo. Era la historia de Helmuth Hübener, de 16 años, Karl-Heinz Schnibbe, de 17 años, y Rudolph Wobbe, de 15 años, tres jovencitos santos de los últimos días en la ciudad de Hamburgo hace más de 70 años.
El propio hermano Schnibbe relató ante las cámaras de Whitaker lo vivido en aquellos días: “La mayoría de la gente de hoy no tiene idea de cómo era vivir en la Alemania nazi. Fue un momento en que las buenas personas se vieron obligadas a tomar decisiones difíciles en función de la información que tenían. Para muchos de nosotros, era un momento en que el patriotismo y la fe estaban en desacuerdo. Fue terrible”.
Nacido con un “corazón tierno”, el hermano Schnibbe conocía personalmente a algunos de la población judía de Alemania; El médico que lo ayudó a nacer era judío, y era un miembro de la rama de la Iglesia a la que asistían los tres miembros del grupo de Hübener.
Luego llegó el momento decisivo para el hermano Schnibbe. En noviembre de 1938, en la “Noche de los cristales rotos”, las casas de los judíos fueron destruidas y las sinagogas quemadas en toda Alemania.
El hermano Schnibbe cuenta que su madre, consciente de que no se podía cambiar lo que sucedió, le dijo al joven Karl que olvidara la noche. Pero él no pudo olvidarlo.
Aquí entra Helmuth Hübener. Karl Schnibbe dijo que lo conocía a desde que eran niños pequeños. Ambos miembros de la Iglesia, crecieron rodeados de fieles Santos de los Últimos Días en un ambiente donde cada miembro pagaba el diezmo y era común que la rama tuviera una asistencia del 100 por ciento.
Helmuth era inteligente, conocía muy bien las Escrituras y tenía una profunda conciencia social. Era el secretario de la rama, así que tenía acceso a una máquina de escribir y papel. Pero lo más importante es que tenía acceso a información que llegaba de las transmisiones de radio de la BBC, en Londres, que él escuchaba en una radio de onda corta que su hermano había traído de su servicio militar. En ese tiempo el gobierno alemán había prohibido escuchar cualquier transmisión de radio que no fuera la estación oficial del partido nazi.
Pero Helmuth escuchaba en esa radio noticias terribles sobre las atrocidades que el régminen nazi cometía contra los judíos. Más aún: los líderes de todas las iglesias habían recibido la orden de expulsar de sus congregaciones a miembros judíos. Helmuth vio con mucho dolor cómo un joven era sacado a fuerza del centro de reuniones, y ello lo conmovió y lo impulsó a escribir folletos en los que denunciaba las atrocidades del gobierno. Y así, en el ambiente opresivo de la Alemania nazi, Karl-Heinz, con otro Santo de los Últimos Días, Rudolph Wobbe, siguieron a Helmuth en su cruzada y ayudaron a Helmuth distribuyendo los papeles con el mayor secreto que podían.
Dice Karl Schnibbe: “Helmuth no era tan ingenuo como para pensar que podríamos arrodillar a los líderes alemanes. No, lo que Helmuth quería era que la gente pensara”. Quizás lo que deseaba era que el presidente de su rama cobrara un mayor valor para desafiar al régimen en defensa de la libertad de adorar a Dios sin importar el origen étnico o social.
En cierto momento un folleto llegó a las manos equivocadas. Helmuth y, más tarde, sus dos amigos fueron arrestados. En agosto de 1942, los tres adolescentes fueron acusados de alta traición y conspirar para ayudar al enemigo. Se presentaron ante el tribunal más alto de Alemania, el Tribunal de Sangre, y fueron declarados culpables. Para evitar una persecución sobre los miembros de la iglesia, el presidente de rama excomulgó a Helmuth como medida de precaución. Quizás a esto se refería el hermano Schnibbe al decir que la gente buena era obligada a tomar decisiones basada en la información que tenía disponible. Años después, la iglesia expuso oficialmente que el proceso de excomunión de Helmuth Hübener carecía de validez.
Pero Helmuth fue condenado a muerte Karl Schnibbe fue sentenciado a cumplir cinco años en un campo de trabajo alemán; y Rudi fue sentenciado a 10 años en un campo de trabajos forzados.
Lo más difícil que el hermano Schnibbe ha hecho fue despedirse de su amigo Helmuth. Le dijo a Helmuth que lo volvería a ver y lo abrazó. Con lágrimas en los ojos, Helmuth dijo: “Espero que tengan una vida mejor y una Alemania mejor”. Entonces lloró.
El 27 de octubre de 1942, Helmuth fue ejecutado. Rudi fue liberado de la prisión en junio de 1945. Karl Schnibbe se vio obligado a marchar con el ejército alemán semanas antes del final de la guerra y fue capturado por las fuerzas rusas. Fue prisionero de guerra en Rusia durante cuatro años más. Tanto Karl como Rudi emigraron a los Estados Unidos a principios de la década de 1950.
En aquel año de 1942, muchas personas, es decir, muchos miembros de su rama en la iglesia, consideraron que las acciones de estos adolescentes habían sido tontas e incorrectas. La reivindicación llegó años después cuando Helmuth Hübener, Karl-Heinz Schnibbe y Rudi Wobbe fueron oficialmente honrados por el gobierno alemán como combatientes de la resistencia contra el Tercer Reich. El profesor de historia de BYU Douglas Tobler dijo que el grupo Hübener y otros combatientes de la resistencia son el principal componente del terreno moral para el renacimiento de Alemania. El hermano Rudi Wobbe murió de cáncer en 1992 a la edad de 65 años.
La curación tardó años en comenzar en el hermano Schnibbe, incluso más para contar su historia. “Fue un camino largo y peligroso hacia la libertad”, dijo. “Fue un largo, largo camino para volver a ser un ser humano”.
El afamado escritor alemán Günther Grass, ganador del Premio Nobel de Literatura, llegó a conocer la historia de Helmuth Hübener y sus amigos, y le causó tanto dolor que escribió un libro titulado Anestesia local, en el que se burla de los activismos sociales de los años posteriores, y deja claro que ninguno de esos movimientos y ningún activista tiene la talla, la fuerza de carácter y la profundidad ética de Helmuth Hübener.
El hermano Schnibbe murió en 2010, honrando la memoria de su amigo: “Helmuth es el héroe, Helmuth es mi héroe”.