El libro de González Núñez pretende dar al Libro de Mormón la carta de ciudadanía del ámbito literario hispanoamericano y acercar al lector a la intimidad de aquellas vidas lejanas en el tiempo.
Rafael Vázquez
En 1934, la escritora uruguaya Juana de Ibarbourou publicó Estampas de la Biblia, una colección de instantáneas literarias en las que ciertos personajes se describen a sí mismos.
Dotado de una sensibilidad literaria y espiritual, el escritor Gabriel González Núñez, también uruguayo, acepta el desafío de asumir la línea trazada por Juana de América para hacer lo propio con un texto que acaso ella no conoció, pero que él incluso considera tan sagrado y rico como los testamentos bíblicos: el Libro de Mormón.

En Estampas del Libro de Mormón, González Núñez despliega un asombroso ejercicio literario sobre personajes que, si bien los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ya conocemos y tenemos por históricos, quedan distanciados no solo por el tiempo y el espacio, sino por la economía con la que el Libro de Mormón los trata en aras de usar la escritura para lo que resulte de mayor provecho espiritual a sus lectores.

Nefi
“…mis pies anhelan las calzadas ásperas de Jerusalén… Con estos pies abandoné aquella gran ciudad, haciendo siempre lo que Jehová mandaba por conducto mi padre. Partí al desierto. El sol me curtió la piel, y la rudeza de mis hermanos, el alma”
Entre los personajes que toman la palabra para presentarse a sí mismos están los gigantes favoritos, como Lei —parte del ejercicio es violentar la ortografía oficial para emular la notación fonética del alfabeto Deseret, desarrollado por y a instancias de Brigham Young—, los dos Nefi más notorios del texto sagrado, Alma —el padre y el hijo—, Mormón y Moroni. Pero también aparecen en el presidium otros más escondidos, olvidados, oscuros e incluso ambivalentes, como Omni y los villanos penitentes —Zeezrom, Teáncum—.
Asombra la presencia de los hombres más malévolos del registro antiguo, como Corior y Gadiantón, cuya personalidad, fecundada por la imaginación de González Núñez, resulta atronadora e intimidante.
“Cuando miro a un hombre a los ojos, cuando escucho su voz, logro discernir los miedos indecibles de su mente, las imaginaciones inconfesables de su corazón, los rencores insondables de sus entrañas… los huelo, los oigo, los palpo, los degusto.”

Gadiantón
Tal como ocurre con las Estampas de la Biblia, se requiere estar familiarizado con el panorama histórico y las historias que componen el entramado del libro que motivó estas nuevas Estampas..., para apreciar la profundidad y el nivel de sensibilidad con el que cada profeta, guerrero y villano nos muestra las huellas que la vida ha impreso en su alma, y nos deja ver si han podido alcanzar la redención, si están esperando el decreto de su absolución o si ya se han entregado a la desesperación y el odio.
Sin olvidar que se trata de un ejercicio de imaginación, lo cierto es que hay muchos lugares de las Estampas del Libro de Mormón que golpean y dejan su herida en el alma del lector, por la intimidad que logra establecer cada personaje, a pesar de la lejanía temporal, porque a pesar de haber sido escrito en nuestros días, el lenguaje de cada personaje está tan bien construido que tiene ese sabor y esa aura de antigüedad insalvable.
Mira la entrevista que Gabriel González Núñez concedió a Palabras de Mormón.