En los primeros capítulos del libro de Mormón nos encontramos con una experiencia que, bien meditada, resulta, por lo menos, escalofriante. ¿Hay alguna razón más allá de la anécdota?
Después de que Nefi y sus hermanos intentaron convencer a Labán de que les diera las planchas a cambio de todas las riquezas que había en la casa de Lehi en Jerusalén, y de que Labán se quedara con esas riquezas echando y amenazando a los hijos del profeta, Nefi recibió la promesa del Señor, mediante un ángel, de que Labán sería entregado en sus manos.
La frase ya de por sí implica violencia. El ángel no dijo “las planchas llegarán a tus manos”, sino que “el Señor entregará a Labán en vuestras manos”, lo cual significa que ellos iban a tener el poder de disponer de la vida de Labán.
“Nunca he matado a un hombre”
Nefi entra de noche a Jerusalén, “sin saber de antemano” qué hacer, y de pronto se topa con Labán que viene de una reunión presumiblemente festiva —quizás para festejar que su riqueza había crecido ostensiblemente con el despojo a la familia de Lehi, quizás supuso que éste había muerto y quiso celebrar—, tan ebrio que cae inconsciente tan cerca de Nefi como para que éste lo pueda ver.
Entonces el Espíritu le dice a Nefi: “Mátalo”.

A ello, la respuesta de Nefi es: “Nunca en mi vida he matado a un hombre”. Cualquiera diría que Nefi objetaría de otra manera como “¿Por qué Dios habría de desear la muerte de un hombre?”. Ambas preguntas son contestadas por la explicación del Espíritu:
- Labán intentó matarte a ti y a tu familia.
- “El Señor lo ha puesto en tus manos” —con lo que confirmamos el significado de aquella frase—.
- El Señor destruye a los malvados para que se cumplan sus propósitos.
- Es preferible que un hombre muera a dejar que toda una nación degenere y perezca en la incredulidad —lo que por desgracia termina ocurriendo, pero sólo de modo parcial—.
Nefi entonces usa la espada del propio Labán para darle muerte, y luego, usando sus ropas, llega hasta donde está Zoram, siervo de Labán y lo engaña para que lo lleve donde están las planchas de bronce. Luego le pide que lo acompañe y ambos salen de Jerusalén, donde Zoram se ve forzado a entrar en un convenio con Nefi para unirse a su viaje y no volver nunca a Jerusalén.
Una explicación apostólica
Cuando era Comisionado de Educación de la Iglesia, el élder Jeffrey R. Holland dijo sobre el tema que había que considerar algunas cosas de gran importancia:
1. Nefi registra intencionalmente esta experiencia con gran detalle, aunque sus planchas menores eran limitadas tanto en tamaño como en tema. ¿Por qué se tomó tantas molestias para preservar para los futuros lectores una acción que le resultaba tan difícil de realizar y que ha sido tan mal entendida? ¿Por qué no simplemente dejarlo fuera? ¿Por qué, en verdad, cuando las planchas menores debían limitarse a “cosas agradables a Dios” y “de valor a los hijos de los hombres”? ( 1 Ne. 6: 5, 6. ) Quizás haya una pista en todo eso.
2. Es incorrecto suponer que Nefi de alguna manera deseaba quitarle la vida a Labán. Era un hombre joven y, a pesar de un mundo del año 600 a . C. lleno de tensiones y represalias, nunca había “derramado la sangre de un hombre”. ( 1 Nefi 4:10 .) Nada en su vida parece haberlo condicionado para esta tarea. De hecho, los mandamientos que le habían enseñado desde la infancia declaraban: “No matarás”; y retrocedió, negándose inicialmente a obedecer el impulso del Espíritu.
3. Los estudiantes de la Biblia recordarán que el mismo Moisés que recibió en el monte Sinaí este mismo mandamiento contra un hombre que quitara la vida a otro. También cantó en sus alabanzas que el Señor podía matar y dar vida, herir y sanar. ( Deut. 32:39 .) De hecho, el mismo Moisés, descendiendo de la cumbre del Sinaí con los Diez Mandamientos tan frescos en su mente como en sus manos, inmediatamente causó la muerte de 3,000 idólatras israelitas. Uno no puede hacer una mueca despectiva cuando Nefi toma la espada de Labán y, para la protección de toda una nación, lo mata, y luego, con un cambio de expresión facial, aplaude con entusiasmo cuando David toma la espada de Goliat y, por la protección de toda una nación, “la sacó de su vaina, lo mató y le cortó la cabeza con ella”. (1 Sam. 17:51 .) La Biblia y el Libro de Mormón están claramente hombro con hombro en este tema.
4. Labán, acostado ante Nefi en un estupor ebrio, no ha sido inocente en su trato con la familia de Lehi. En lo poco que sabemos del hombre, Labán al menos: (1) ha sido infiel en guardar los mandamientos de Dios; (2) acusó falsamente a Lamán de robo; (3) codiciaba la propiedad de Lehi como un hombre codicioso y “lujurioso”; (4) robó esa propiedad directamente; y (5) buscó dos veces matar a Nefi y / o sus hermanos. Él era, según la propia declaración del Espíritu Santo, un hombre “malvado” entregado a Nefi por la misma mano del Señor. ( 1 Nefi 4:13 .)
5. Incluso si dejamos una norma del Antiguo Testamento de juicios legales contra hombres “inicuos”, todavía encontramos la base del estricto mandamiento de Nefi en las leyes que gobiernan nuestra propia dispensación. El Señor le declaró al profeta José Smith:
“Y al que no se arrepienta de sus pecados, y no los confiese, haréis con él como os dicen las Escrituras, ya sea por mandamiento o por revelación.
“Y esto haréis para que Dios sea glorificado, no porque no perdonéis, sin tener compasión, sino para que seáis justificados ante los ojos de la ley, para no ofender al que es vuestro legislador. ”( D. y C. 64: 12–13 ; cursiva agregada).
El juicio contra Labán se recibe “por revelación”, y Nefi finalmente debe matar a Labán por la misma razón que inicialmente lo llevó a rehuirlo: para que no ofenda al divino “legislador”. (Véase D. y C. 98: 23–32 .)
6. Nos damos cuenta, entonces, que la aplicación de las leyes cambia por mandato del legislador. Nuestra única seguridad, y la de Nefi, es conocer y obedecer al Espíritu Santo que susurra la verdad. El profeta José Smith enseñó: “Dios dijo: ‘No matarás’; en otra ocasión dijo: “Destruirás por completo”. Este es el principio sobre el que se rige el gobierno del cielo: por revelación adaptada a las circunstancias en las que se encuentran los hijos del reino. Todo lo que Dios requiere es correcto, no importa lo que sea, aunque es posible que no veamos la razón de ello hasta mucho después de que ocurran los eventos. … Todo lo que Dios nos da es lícito y correcto “. (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 256.)
7. Parecería, finalmente, que la obediencia a la revelación divina, no la muerte, es el punto central de esta historia. Dios puede restaurar la vida en el tiempo y la eternidad; no puede hacer casi nada con la desobediencia voluntaria. La calidad de nuestra obediencia a los mandamientos de Dios sigue siendo la expresión más clara de la calidad de nuestra fe en él.
En última instancia, a lo que llegamos a través de todo esto (y la lista de justificaciones del incidente podría ser mucho más larga) es al menos una respuesta parcial a la primera pregunta planteada: ¿por qué se cuenta la historia? Además de cualquiera de los significados plausibles y razones legítimas antes mencionados, este relato hace al menos una cosa más verdaderamente esencial: subraya la importancia monumental —sí, incluso de vida o muerte— de las Sagradas Escrituras, de los registros que contienen “ palabras que han sido dichas por boca de … santos profetas “. ( 1 Nefi 3:20 .)
Un patrón interesante
Al leer el pasaje en el que Nefi le quita la vida a Labán usando la espada de éste, por mandato del Señor, es inevitable pensar en David y Goliat, además de los casos en los que el Señor manda que sus santos siervos le quiten la vida a los hombres malvados que menciona el élder Holland.
David y Goliat
Cuando David se decide a hacer frente a Goliat no lo hace por orgullo nacionalista ni por vergüenza deportiva. Lo hace porque Goliat blasfema contra Dios. La irreverencia de Goliat contra el Señor de Israel es lo que hace que David se decida a combatirlo, aún sin medir la diferencia que hay entre sus capacidades corporales y sus destrezas militares. Matar osos y leones es sin duda algo grandioso, pero hacer frente a un soldado gigante, adiestrado e iracundo era algo a todas luces desproporcionado.
Después de lanzarse mutuas amenazas de muerte, David se adelanta para batirse con el gigante y cuando éste avanza, el jovencito lo hiere en la cabeza y lo hace caer. Estando Goliat inconsciente, David le quita su espada y con ella “le corta” la cabeza.

Los israelitas entonces dispersan y matan a muchos filisteos asustados. Años después, cuando Saúl está persiguiendo a David para matarlo, el sumo sacerdote le hace entrega a David de la espada de Goliat. Un tiempo más tarde, David es coronado rey de Israel.
Elías y los sacerdotes de Baal
Cuando Elías el tisbita vuelve de su exilio para amonestar al rey Acab por su pecado de idolatría, desafía a los sacerdotes de Baal a ofrecer un holocausto a su dios mientras él prepararía uno para el Dios de Israel: se trataba de ver cuál de los dos dioses enviaba fuego para consumir la ofrenda.

Baal no responde a las súplicas y autoflagelación de sus sacerdotes. Pero cuando Elías ora al Señor, éste envía un fuego tremendo que consume de un momento a otro el holocausto a pesar de estar mojados con tres rondas de agua.
Entonces, al quedar expuesta la superchería del culto a Baal, Elías le ordena al pueblo de Israel que dé muerte a los sacerdotes idólatras, degollándolos en el río.
“Cortar la cabeza”
Para muchas culturas antiguas, la expresión “cortar la cabeza” puede referirse, en efecto, a cercernarla (separarla por completo del cuerpo) pero también a hacerle un corte más o menos prolongado que haga que se desangre y pierda la vida.
El modo y la forma en la que el Señor pedía que los animales sacrificados en las ofrendas de expiación fueran muertos es —a pesar de lo que pueda parecer— una de las formas más rápidas y piadosas que se conocen a lo largo de la historia para matar animales.
¿Es posible que en las escrituras, cuando leemos a Nefi decir “le corté la cabeza con su espada”, haya querido decir “le hice un corte en el cuello, con lo que él murió”? ¿Y que lo mismo haya hecho David con Goliat? Ello sería más consistente con la ejecución de los sacerdotes de Baal.
No parecen coincidencias. En la Ley de Moisés que conocemos (particularmente del Éxodo al Deuteronomio) el Señor incluye la pena de muerte entre los castigos para con su pueblo, y se describe la lapidación como uno de los métodos para ello. Y cada forma de castigo tiene una conexión con el pecado del que se halla culpable a alguien.
¿Qué tenían en común Goliat, Labán y los sacerdotes de Baal?
Lo de Goliat no era simplemente una adversidad militar. Los filisteos tenían toda la intención de profanar los lugares y objetos sagrados de los israelitas y Goliat había blasfemado contra Dios de un modo tal que fue eso lo que encendió el ánimo del jovencito David. El de Gat era un hombre profano a un nivel especialmente ofensivo contra Dios.
Labán había robado las riquezas de Lehi y había intentado asesinar a sus cuatro hijos. No eran amenazas vacías, y ser el guardián de un juego de las escrituras seguramente comportaba una moral elevada que Labán no supo honrar.
Los sacerdotes de Baal eran israelitas mezclados con hombres extranjeros patrocinados por Jezabel, que era la que tenía especial interés en instalar la religión de Baal en Israel. La idolatría era uno de los pecados más graves, que implicaba la pena de muerte. Cuando Elías le indicó al pueblo que les diera muerte, ellos lo hicieron cortándoles el cuello. Ello nos da a entender que, al menos, estaban familiarizados con esa forma de llevar a efecto la ejecución.
¿Una ordenanza?
¿Acaso esa forma de dar muerte a personas sumamente malvadas, profanas e idólatras era más que una técnica? ¿Pudo haber sido una ordenanza especial del sacerdocio levítico que no llegó a nosotros en los libros del Antiguo Testamento?
Al hacer un sacrificio de animales en el altar del holocausto, el sumo sacerdote debía hacer un corte profundo y muy preciso de tal manera que la sangre brotara sin salpicar hacia unos canales específicos del altar. ¿Es posible que la forma en que Labán, Goliat y los sacerdotes idólatras fueron sacrificados haya sido metódica, cuidadosa y con esos cuidados especiales?
Las cabezas siempre eran separadas al final, por lo que “cortar la cabeza” es una descripción acertada, aunque quizás no se llevara a cabo de un solo “hachazo”.
¿Habrá sido esa la razón por la que la muerte de Juan el Bautista fue especialmente dolorosa para Jesús?